Modernos sistemas de confusión sexual se desarrollan para minimizar los daños de los insectos sobre los cultivos, sin recurrir a pesticidas químicos
27.02.11 - 00:11 -
VICENTE LLADRÓ |
Se confirma, las chicas son más listas que los chicos. Y ocurre así en todas las especies, incluidos los insectos. Es relativamente fácil engañar a los machos, y esto es lo que han descubierto los investigadores que buscan nuevas soluciones para combatir las plagas, con métodos menos lesivos para el medio ambiente. Se trata de confundirlos para que no encuentren a las hembras en su afán por copular, de modo que al final también ellas resulten engañadas y no reciban la visita masculina. Así, al no aparearse, no hay descendencia y mengua la población dañina.
El piojo rojo fue en décadas pasadas una de las plagas más lesivas de la citricultura. En su fase adulta queda fijada con un caparazón sobre la corteza de los frutos, que se deprecian comercialmente. A nadie le gustaría comprar naranjas con feas picaditas sobre la piel, que a veces se desprenden al tocarlas. El cepillado tampoco arregla mucho. Es como una naranja con una especie de viruela, no apta para su venta.
La solución es combatir la plaga antes de que llegue a una fase de presencia sin remedio. Y esto es lo que se ha hecho durante décadas; antaño con fumigaciones cianhídricas y aceites minerales; luego con aplicaciones de aceites más refinados e insecticidas organoclorados (ya desaparecidos) y organofosforados. El resultado fue que el piojo rojo pasó a un segundo o tercer plano, como ha ocurrido con otras cochinillas como serpeta, piojo gris, piojo blanco, caparreta..., que en casos de grandes ataques incluso han debilitado a los propios árboles. Prácticamente son hoy plagas que no representan serios problemas, pero hace unos años comenzó a extenderse una nueva especie de piojo rojo procedente de California, que ha terminado de extenderse por toda la citricultura española y es hoy uno de los principales patógenos a combatir.
En paralelo tenemos una situación general en la que las autoridades europeas reducen de manera sistemática los plaguicidas químicos disponibles (de 800 se ha bajado a unos 200), mientras crece la concienciación ciudadana contra el uso de estos productos fitosanitarios y a favor de unos medios de producción de alimentos sin residuos y más respetuosos con el entorno. Por ahora, el agricultor sólo dispone de dos o tres fórmulas útiles contra ese piojo rojo, más los aceites.
Nuevos ensayos
En medio de este panorama, la multinacional Syngenta ensaya con éxito unos sencillos dispositivos que se sitúan en cada árbol y desprenden feromonas sintéticas, como las que lanzan las hembras para llamar a los machos. Estos, confundidos al recibir tantas llamadas a la vez, quedan prácticamente paralizados, sin saber adónde acudir. Así, antes de que sean capaces de hallar una hembra con la que copular, mueren.
Aunque representantes de la compañía fabricante prefieren no concretar detalles, los resultados de los ensayos en campo son muy prometedores. En plantaciones con la cosecha anterior muy afectada por la plaga se afrontó la actual con estas nuevas trampas. Se situaron hace un año y sus efectos se alargaron hasta septiembre pasado, abarcando el periodo en el que el insecto puede tener hasta tres generaciones de descendencia. En unas parcelas, la instalación de los dispositivos fue desigual, por lo que finalmente quedaron con muchas naranjas atacadas. Sin embargo, los que estaban protegidos quedaron casi libres del todo. Los mejores resultados, por contra, se obtuvieron en árboles en los que se combinó el uso de las feromonas con dos aplicaciones de aceite parafínico (admitido en cultivo ecológico) en junio y septiembre.
No es el único caso en el que se emplean feromonas de confusión sexual para combatir plagas, una línea que se va a extender de manera progresiva en próximos años. En las plantaciones españolas de arroz se vienen colocando desde 2008 varetas con unos difusores de estas sustancias, a fin de evitar que se multiplique el insecto conocido popularmente como 'cucat' del arroz. El procedimiento es el mismo: las feromonas despistan tanto a los machos, que acaban por no encontrar hembras para copular, por lo que no hay descendencia. Así, el ataque se mantiene en niveles casi no dañinos, o con pérdidas mínimas, de mucha menor entidad que el gasto que acarrearía combatir a estos enemigos por los medios tradicionales con pesticidas.
El valor añadido que puede tener con esto el agricultor es ofrecer al consumidor unos alimentos sin residuos peligrosos, y obtenidos sin verter productos peligrosos para la naturaleza. Eso si el comprador que se dice concienciado es consecuente con ello y acaba prefiriendo el producto nacional y no lo importado, que resulta más barato porque se obtiene de otro modo que contraviene dichos principios.
Otro cultivo en el que se empieza a aplicar este sistema de confusión sexual es el del tomate, para combatir la polilla conocida como 'Tuta absoluta'. Es una plaga muy voraz que llegó hace pocos años importada de Brasil, y contra la que no se permiten en España los pesticidas que sí que usan en Marruecos, cuyos tomates se venden luego más baratos en toda Europa. Pero los resultados de las feromonas todavía son parcialmente efectivos en tomates en invernadero, pues el plástico evita posteriores reinfestaciones. Por contra, al aire libre aún estamos lejos.
Source : http://www.lasprovincias.es/v/20110227/economia/agricultura/guerra-sexos-contra-plagas-20110227.html
Source : http://www.lasprovincias.es/v/20110227/economia/agricultura/guerra-sexos-contra-plagas-20110227.html
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